CONCIERTOS EN LA NUEVA NORMALIDAD


El verano es la mejor época para disfrutar del ocio y la cultura al aire libre. Es un sentimiento global el que se tiene. No solo se disfruta el espectáculo en si mismo sino que se complementa con llevar ropa ligera, encontrarse las horas previas con los amigos, tomar una copa antes de entrar, no pensar en los horarios, sentir que no hay prisa en las noches cálidas de verano.

A mi me gusta ir a escuchar música en directo todo el año, aunque debo decir que tengo suerte de tener amigos que también tiran de mi en las noches de pleno enero cuando cuesta salir del nido. Pero ¡oh en verano! los festivales, música en parques, playas, lejos de las salas de conciertos; eso sí que solo pensarlo siento una vibración que recorre mi cuerpo.

Ayer por fin pude ir a un concierto. Después de que hayan cancelado todos los festivales y muchos de los conciertos programados en la nueva normalidad, apetecía. Hicimos el ritual; quedamos “los amigos de los conciertos” para comer, tomamos unas copas y andamos hasta el Poble Espanyol. Se tenia que estar una hora antes por todas las medidas de seguridad. Hasta aquí bien. Las colas no fueron muy largas aunque como podréis imaginar subir andando en pleno sol con la mascarilla, está muy lejos de ser una buena experiencia.

Una vez dentro, aparente normalidad, tomando algo en los bares que rodean la plaza principal mientras veíamos llegar a la gente animada, en pareja, con amigos en grupos de dos o tres, y también mucha gente sola. Unos minutos antes de que empezara el concierto, hicimos la cola, nos pusimos liquido desinfectante y nos sentamos en nuestras sillas con distancia social. (Realmente un espacio muy bien montado por parte del Cruïlla, incluso con servicio en la mesa).

Se escucha por megafonía que tenemos que llevar la mascarilla puesta todo el rato, a parte de otras instrucciones, y empieza el concierto.

Un gran concierto de Rufus T.Firefly, pero, para mí, la experiencia es muy distinta.

Los artistas agradecieron 3 o 4 veces que estuviéramos allí. Tocaron todas las canciones del tirón, con previo aviso de que no tenia sentido hacer la de irse del escenario para tocar después las 4 últimas canciones. Si alguien se ponía de pié le llamaban la atención, pocos se bajaron la mascarilla, solo los segundos justos para beber un sorbo de una copa refrescante.

Fue genial ir a un concierto pero la sensación que yo tuve, es de contención. Por parte de los artistas, por parte del público y de los organizadores. Una sensación que se repite en todos los ámbitos de nuestra vida estos días. Una mezcla entre “disfrutemos ahora que podemos por lo que pueda pasar”, y un eco que resuena dentro de nuestras cabezas que nos dice “cuidado”.

Aún y así, el sentimiento de haber pasado un gran día con amigos y de poder hacer algo que nos recordara a mejores épocas, estuvo allí y sentó bien.

Hasta el próximo concierto...


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