CONFINAMIENTO - SEMANA 1



Qui dia passa, any empeny” que decimos los catalanes; y ahora más que nunca, nos conviene que vayan pasando los días para ver un poco de luz al final del túnel. Túnel que nos lleva directos al verano, y eso, siempre es bueno.

Superada ya una semana de confinamiento es curioso ver como el ser humano es acuoso, nos adaptamos a las adversidades de una forma más que sorprendente. Y en días en que los ánimos pueden decaer un poco, esto es algo de lo que estar orgullosos.

Y así, sin darnos cuenta, siete días después, ya empezamos a dar por normalizadas ciertas situaciones: quedar para ejercitar online, hacer pasos por casa, agendar un vermut por Skype, comer con tus padres por Hangout...

Pero, aunque me esfuerzo por mantenerme alejada de las noticias - altamente recomendable por salud mental - un pensamiento recurrente que tengo es, ¡ostras! quién podía imaginarse algo así, es de película de acción de esas que protagonizan Tom Cruise o Brad Pitt. Pero en cambio, esta es ahora nuestra realidad, algo que marcará la historia y que contaremos a nuestros nietos. Y es imposible no pensar en que esto va a conllevar cambios en la forma de socializar, a parte de, evidentemente, la sacudida a economía, mercado laboral, etc.         

Sin embargo, a pesar de todo el drama que nos rodea, tiendo a pensar que los cambios sociales que ya están teniendo lugar son mayormente positivos y nos van a hacer bien como personas y como sociedad, y si nos paramos a pensar - algo a lo que no estamos muy acostumbrados - nos daremos cuenta de lo que realmente importa.

Pensando en lo vivido estos días veo claros algunos de estos cambios que quiero compartir y poner sobre la mesa para que, quien me lea, lo necesite o no, “se venga arriba” (como diría alguien que conozco), adopte una actitud positiva, que nos hace falta. Porque lo malo ya lo tenemos, pero nuestra actitud ante la vida la podemos dominar y mejorar. Como siempre me decía mi abuela cuando yo estaba triste, “sonríe como los americanos” y te vas a sentir mejor. Pues eso, que la vida sigue, contra viento y marea.

Estos días madres y padres exprimen sus ideas para entretener y distraer a sus hijas e hijos, las comunidades de vecinos se organizan para ayudarse entre ellos, aplaudimos a los que se sacrifican todos los días para que salgamos adelante, pero también nos aplaudimos un poco a todos nosotros – claro que sí - para recordarnos que podemos con esto. Y si recapitulamos un poco es claro que los lazos se estrechan entre las personas más conocidas y con las que no lo son tanto, a pesar de vernos a través de una pantalla y no tocarnos. Y es que, algo nos une, algo más fuerte que las personalidades, las afinidades, las edades, nos une la adversidad. Nos une que vivimos una situación tan atípica que estamos juntos en esto. Ver las casas, los chandales y pijamas, ver la cotidianidad de los demás nos humaniza y nos acerca. Y esto es realmente bueno, esto nos baja a la tierra y nos enseña lo importantes que son las relaciones personales y hacerse, simplemente, compañía. Contarnos cómo vivimos el confinamiento, qué haremos el fin de semana en casa, qué cocinaremos, compartir un vino, una cerveza, una clase de inglés, pensar en qué haremos cuando todo esto acabe, y sobretodo entretenernos y reír; esto es lo importante.

Por esto, hay algo que a mi me sirve en general, y en especial estos días que quiero compartir; haz lo que te haga bien.

Mi profesora de yoga solía decirnos “¿cuándo alguien os pregunta porque hacéis yoga qué le contestáis? La respuesta era unánime; porque me sienta bien”.

Por ejemplo, a mi me hace bien escribir, porque descargo un poco mis pensamientos, me hace bien escuchar música en lugar de las noticias, me hace bien tomarme el café de la mañana en la ventana y saludar a un señor mayor que veo al otro lado y que nunca me devuelve el saludo, pero estoy decidida a conseguirlo, me hace bien hacer deporte para mantenerme en forma y me hace bien leer, porque me evade.

¿Y a ti, qué te hace bien?

< ú >

Comentarios