DESDE MI VENTANA



Esta semana ha empezado la primavera, mi estación favorita junto con el otoño - los extremos nunca me han gustado -. La primera por el sol, el olor a naturaleza y porque es mi cumpleaños; la segunda por los colores, el abrigarse pero no tanto y la melancolía que trae consigo.

Sin embargo, estos días poco notamos el cambio de estación o de tiempo, al menos los que no tenemos terraza, ni balcón, ni patio, ni nada parecido. Pero ¡ojo! No me quejo. Esto de quejarse es un vicio muy malo porque siempre hay alguien que esta peor, alguien que tiene más problemas y tira adelante. Quejarse y enfurruñarse la mayor parte de las veces nos quita tiempo y poco bien nos hace. Todo el rato que te estás quejando no estás poniendo solución. Hay que acostumbrarse a mirar las cosas desde otro prisma - que no siempre tenemos la verdad absoluta –, luchar por cambiar lo que no nos gusta y dejar a un lado lo de quejarse tanto y envidiar a los demás.

Como decía, no me quejo de no tener un bonito balcón pues tengo suerte de tener unos grandes ventanales por donde entra la luz, el calor del sol y desde donde puedo mirar al cielo y también ver la gente pasar. Cada uno en sus casas tendrá una realidad distinta a la mía, pero si perdemos un poco el tiempo mirando con atención lo que tenemos alrededor, puede resultar muy interesante y nos daremos cuenta de las cosas que nos perdemos. ¡Aprovechemos que tenemos tiempo! Siempre vamos como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas, y yo me incluyo, sin tiempo para nada. Pues ahora toca aflojar, relajar y disfrutar de las pequeñas cosas. Como solía decirme mi madre cuando era pequeña, aburrirse es bueno porque incentiva la imaginación.

Lo que yo puedo ver desde mi ventana no es mucho porque delante no tengo pisos, por lo que veo verde (arbustos) – bien por mi – pero el verde no entretiene. Pero si miro un poquito más allá voy viendo algunas cosas que me reconfortan, me generan simpatía y complicidad con las personas al otro lado.

Y sin que parezca esto un nuevo tráiler de La Ventana Indiscreta os contaré algo de lo que veo porque una vez más, me hace sentir que nos parecemos todos, que tenemos costumbres similares, que vamos haciendo lo que podemos y que en un desconocido podemos encontrar un alma gemela, al menos por unos minutos.

Así pues, en un lado tengo unos bloques donde nunca nadie sale a las ventanas, pero, por primera vez, el otro día en la azotea vi a una señora, una de las mías, madrugadora de las de verdad. Debían ser las siete de la mañana. Salió unos minutos, cogió aire, y volvió para dentro. Qué savia decisión. Incluso en estos días que estamos confinados en casa, tener tiempo para ti es vital, porque compartir tiempo con uno mismo es salud mental, y hacer lo que te gusta tu solo o sola, es imprescindible. Dediquémonos tiempo, cuidémonos y cojamos aire para aguantar esta travesía.

Después, en otro lado tengo un bloque más antiguo, este tiene balconcitos y azotea. En el primero un señor mayor siempre detrás de la ventana, al que yo saludo todas las mañanas y espero que algún día me conteste. Porque la amabilidad nunca está de más y hay que seguir practicándola. Unos pisos más arriba una pareja, de mediana edad que también salen pronto a tomarse el café al balcón. Y arriba del todo dos azoteas. Una, siempre muy bonita, ya me había fijado antes, con sus plantas, sus lucecitas, y al fin hoy he visto una señora con su sombrero de paja leyendo al sol, y he pensado, mira, podría ser yo, seguramente sin el sombrero, pero sí todo lo demás. Dedicándose tiempo para sus aficiones. En la otra, con una decoración más sencilla, he visto hoy un chico que estaba cual girasol, ojos cerrados, encarado al sol, absorbiendo vitaminas. Exactamente igual que yo unos minutos antes desde mi ventana. Y pensaba, ahí está una de las cosas importantes que vamos descubriendo estos días, el sentir el sol y el aire fresco en la cara. Complicidades con extraños.

Finalmente, tercer bloque, mis propios vecinos, que no conozco y que estos días voy viendo cuando salen a aplaudir, cuando sacan el edredón por la ventana para airearlo… me reconforta ver que aquí estamos, todos a una, siguiendo con nuestras vidas y adaptándonos, como debe ser.

¿Y pienso, se fijarán ellos también en mi? La chica de la ventana y la taza de café…


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