DIAS DE CONFINAMIENTO





Son días complicados los que estamos viviendo.

Siempre me ha interesado cómo se comportan las personas, no descarto estudiar Sociología cuando sea una señora mayor con clase y con tiempo. Pero por ahora, no se me ocurre mejor laboratorio de pruebas que estos días de recogimiento.
Vemos de todo en las redes, cada uno hace lo que puede como en general en la vida, y pasan las horas con picos de solidaridad y cohesión de grupo, pero también con picos de auténtico egoísmo.
Estar encerrados en casa es antinatural y a la vez insólito. Nunca vista, ni vivida una situación de confinamiento por el grueso de la sociedad.
Escuchando la radio (fiel compañera), pensaba lo rápido que normalizamos las situaciones
extraordinarias. Por un momento se nos olvida que no es domingo de sofá, que, en la radio, las voces que escuchamos normalmente no emiten desde sus casas, que hacer fitness en el salón, no es lo habitual, ni tampoco merendar con los amigos por videollamada. Puede resultar hasta divertido este cambio de rutinas, sobre todo si tienes hijos. Debe (imperativo) ser divertido; como el mundo que Guido ideó para su hijo en la Vida es Bella.

Sin embargo, lo que está pasando – en todo el mundo – es grave. Y como todas las situaciones extremas por las que pasa un ser humano, saca lo mejor y lo peor de nosotros.

Cómo puede ser que arrasemos con la comida, con los productos que nos ayudan a combatir esta enfermedad, que salgamos a hacer deporte como si nada hubiera cambiado.

¿Es que estamos rotos?
Nadie es perfecto, pero no puedo sentirme más alejada de las personas cuando se mueven por el egoísmo nacido del miedo y las inseguridades.
La empatía es una virtud muy escasa hoy en día. Somos de, primero yo y después yo. Sólo
sabemos quejarnos. El creerse más y mejor que los demás en situaciones donde debe reinar el orden es un mal de nuestra sociedad. Hasta que nos toca a nosotros, entonces que se pare el mundo. Es una lástima porque al final, como todos sabemos, si te tiene que tocar, te toca. Y aquí se acaba.

Siempre he pensado que muchas cosas de esta vida se arreglan o si más no, se sobrellevan, siguiendo dos premisas, quizás tres, muy claras para mí.

La primera, ser uno mismo.
Esta sirve para todo, también para la situación que vivimos. Podemos aprovechar para el autoconocimiento personal, practicar el “hablar con uno mismo” y sobre todo el asumir la persona que somos e ir de frente. No tiene nada de místico, conocerse y ser sincero, para empezar, con uno mismo, nos da la vida. ¡Qué suerte tener Internet y redes sociales para sobrellevar el confinamiento! Pero, ni todos somos los más lectores, ni los más deportistas, ni los más cocineros y está bien. Qué aburrimiento si fuéramos todos de matrícula en todo. Relajémonos, no intentemos ser los más listos, empaticemos con las personas que se juegan su salud cada día por deber para con la sociedad o por necesidades económicas. Pensemos que como trabajadores estamos jodidos, pero que nuestros jefes, lo sufrirán también en primera línea. Calmemos nuestro ego y nuestro “yo” y seamos solidarios. Aprovechemos para alimentar nuestras inquietudes, alma, mente y cuerpo, y dejemos pasar los días.

La segunda, pocas cosas son importantes.
De veras es algo que creo firmemente y me ayuda a no perder el tiempo. Casi nada es importante, muy pocas cosas merecen que nos atormentemos, que nos enfademos, que entremos en círculos de drama y tristeza. Y, sobre todo, como la salud, no hay nada. Esto sí es importante. Que a ti te gusta airearte y lo de estar encerrado no va contigo, te entiendo, pero te toca cumplir, como todos y para todos. Que tienes miedo, comprensible, pero, el miedo no trae nada bueno, se responsable pero no te estanques en él. Vienen días de convivencia y no siempre es fácil, las personas afortunadamente somos diferentes y no siempre todo encaja, así que nos ayudará a todos no perder el tiempo en las pequeñas cosas que no son importantes y dediquemos ese tiempo a las pequeñas o grandes cosas que si lo son.

Y la tercera, positivismo.
Que no quiere decir que no nos lo tomemos en serio, pero esto va a ser largo y duro, así que mejor tomárselo con una buena actitud. Organizarse el día a día para sentirse realizado, orgulloso, activo y no entrar en fase ameba de sofá, nos hará bien. No pensar en como seria nuestra vida si no tuviéramos que estar encerrados en casa, en todo lo que nos estamos perdiendo y aprovechar las circunstancias para innovar, imaginar, mejorar, es la actitud que debemos tener.

En definitiva, más de cantar y aplaudir en los balcones, más de apoyarnos en nuestras pequeñas comunidades, más de ponerse en el lugar del otro y con suerte, saldremos de esta airosos.

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