LA LIBERTAD ESTOS DÍAS


Esta mañana, tomándome un café apoyada en la ventana he visto un niño o niña en bicicleta con el que imagino, era su padre. Es curioso todo este jaleo que se ha organizado alrededor de la salida de los niños a la calle cuando se decidió regular el confinamiento, con unas normas, que los excluyeron indirectamente. Sea porque por edad no pueden salir solos, y dos ya es multitud en estos días, sea porque no pueden realizar actividades como ir al supermercado o a la farmacia por su cuenta, se han quedado en casa. Tan importantes que son los niños y niñas, pero nos olvidamos de meterlos en el cuadro organizativo del confinamiento. Y escuchando la radio esta mañana, resulta que hay muchos que tampoco tienen tantas ganas de salir, por el mero hecho de salir a la calle. Los niños y niñas, ante la posibilidad de salir se preguntan ¿podremos ir a ver a los abuelos? o ¿podré ver a mis amigos? Coherencia pura (de pureza).

Como en tantas otras ocasiones, puede que estemos poniendo en boca de los niños miedos o deseos de los adultos. Nos olvidamos de que son mucho más adaptables que la mayoría de nosotros y que seguramente tengan mucha más vida interior y mucha menos maldad. A la vez, claro que están hartos de estar en casa y se preguntan cuándo va a acabar esto. Pero tiendo a pensar, que no es por el hecho de estar encerrados en casa, sino que es por la falta de normalidad y por la limitación de libertad, como nos pasa a todos.

Sienta mal el no poder hacer lo que uno quiere. Siempre ha sido así, pero muchos de nosotros no lo habíamos vivido en primera persona. La libertad dosificada no es libertad, pero ahora mismo y parece ser que por muchos más días, lo aceptaremos en pro de la seguridad y la salud general. Sin embargo, es algo a lo que no debemos acostumbrarnos.

Esta situación que estamos viviendo desde hace dos meses ha sacado lo mejor y lo peor de las personas. Como en cualquier situación limite, sale nuestro verdadero yo. Y se han generado comportamientos de lo más egoístas y los dedos acusadores están a la orden del día. Nunca he soportado que personas desconocidas me den ordenes o me digan lo que tengo que hacer, pero es un deporte que esta bastante de moda. Somos una sociedad que sentimos la necesidad de juzgar y sermonear a todo ser viviente.

En los peores momentos de esta cuarentena, hemos visto coches pintarrajeados o notas colgadas en puertas con mensajes de odio a profesionales de la salud. También miradas de sospecha al ver alguien conduciendo por la ciudad o cogiendo el transporte público. Se han oído personas gritando a viandantes desde sus ventanas, porque si yo tengo que estar en casa, tu también, y tengo que hacértelo saber a gritos, sin pensar, que quizás esta persona esta en la calle por un motivo más que justificado.

Tenemos que practicar más el beneficio de la duda, el vive y deja vivir, el no juzgar de buenas a primeras, porque, como dice mi padre, la vida es variada, y suficiente tenemos con ocuparnos de la nuestra como para dedicar tiempo a dar nuestra opinión sobre la de los demás.

No olvidemos que la libertad es para todos y que tu libertad acaba donde empieza la del otro.

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