Podría parecer que estos días no nos ha pasado nada, que hemos estado estancados en el tiempo, varados en una especie de realidad paralela de la que estamos deseando volver. Sin embargo, al menos a nivel emocional estamos en una montaña rusa de acontecimientos.
Lo cierto es que en los últimos días he estado pensando mucho en este tema, en como cada persona se esta tomando, no sólo el confinamiento, sino la situación general que nos está tocando vivir. Y le doy vueltas a algo que me suele decir mi madre, no todo el mundo es como tú. Las madres siempre dicen verdades como puños; es evidente. Pero en el contexto de las emociones no se trata sólo de empatizar, se trata también, de no usarlas en vano.
No hace falta ir muy lejos, con ir a buscar a una distancia de uno o dos círculos de conocidos hay todo tipo de sentimientos acerca de la situación actual, y voy a utilizar otra frase de mi sabia madre, los extremos no son buenos.
No es bueno hacer como si nada, pero no creo que ayude en nada estar todo el día dramatizando sobre la situación.
Me explico. Excluyendo de esta reflexión a personas emocionalmente o psicológicamente enfermas, empezamos a ver demasiado un perfil que podría definirse en una frase “me miro mi precioso ombligo y me quejo”. Desde luego hay motivos para estar preocupados. Pocas personas creo que puedan salir airosas de esta larga travesía del desierto, unos perderán a familiares o amigos, otros vivirán este virus en sus propias carnes, algunos se quedarán sin trabajo o les reducirán el sueldo, otros tendrán que hacer malabares para mantener sus negocios a flote. Nos afecta a todos.
¿Que es legítimo tener algún momento bajo? lo es, al cien por cien. Que no debe durar más de medio día, sin duda alguna, yo diría minutos, pero cada uno que marque sus márgenes. Entrar en un estado de ánimo de queja, de tristeza, de pensar en lo desgraciados que somos por tener que vivir esta situación no ayuda en nada, ni a nosotros mismos, ni a los que tenemos a nuestro alrededor. Es una pérdida de tiempo. Y esto no quiere decir que no sintamos nada, se puede ser muy sensible y muy fuerte a la vez.
Se ha generalizado una especie de comportamiento -y aquí encaja lo de utilizar los sentimientos en vano- de personas buscando el consuelo de otras para reafirmarse en que, efectivamente, estamos viviendo un drama. Y esto no es justo, para todos los demás que también lo estamos pasando mal, pero especialmente para uno mismo.
El futuro siempre ha sido de los que han sabido adaptarse al entorno y de los que han sabido rehacerse y recomponerse ante situaciones adversas. Resiliencia.
Debemos querer ser estas personas, las que viven el presente con la mejor de sus caras, no lo ignoran, porque el presente forma parte de nosotros, pero que también sacan lo mejor de éste. Se sobreponen y miran al futuro.
Que no miremos atrás de aquí unos meses y nos parezca que estuvimos crionizados durante dos meses, sino que estos días nos miremos al espejo y pensemos ¡a por ello! lo estas haciendo bien.
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