QUIÉN SABE



Por fin es sábado. Me gusta que sea fin de semana. Si nos ocupamos de lunes a viernes cuando llega el finde se siente como tal, se siente el merecido descanso. Tiempo para descansar la mente, para ocuparnos con actividades que no sean trabajo, para hacer las cosas a otro ritmo.
                                                                                            
A primera hora de hoy - sí, madrugo los sábados, así soy – escuchaba la radio y hablaban de cómo va a ser todo en unos meses, de si podremos celebrar la verbena de San Juan como siempre, de si podremos ir a la playa, de cómo va a ser el invierno que viene. Y la persona entrevistada decía, tenemos que hacernos a la idea de que ya nunca va a ser lo mismo.

Una frase tajante, que o bien te deja para volver a meterte en la cama o bien te hace reflexionar. Quién sabe si eso sea bueno, que nada vuelva a ser como antes.

Así de primeras asusta un poco, sobre todo porque si no va a ser como antes, ¿cómo va a ser, no? Lo desconocido siempre nos asusta, salir de la zona de confort suele dar vértigo.

Estoy muy en contra de la autoflagelación, y estos días nos falta tiempo para hablar mal de nuestro modelo de sociedad, parece que nos merezcamos todas las plagas de Egipto y no es así. Claro que hay millones de cosas buenas en la vida que llevábamos, como sociedad en general y como personas individuales en particular. Y si eran buenas de verdad, encontraremos la manera de seguir haciéndolas.

Pero también las habrá que queríamos cambiar o mejorar y no sabíamos cómo, atrapados en una especie de circulo vicioso y ahora se nos da la oportunidad de verlas desde otro prisma. Una hoja en blanco que en pleno proceso de adaptación nos va a permitir construir.

No se exactamente qué quería decir la voz de la radio con que ya nunca nada va a ser lo mismo, no se si realmente va a ser un cambio tan radical, pero sea como sea, soy de creer que cuando se cierra una puerta se abre una ventana, solo que a veces no se abre sola, hay que darle un empujoncito.

Estos días tenemos mucho tiempo, no que nos sobre tiempo, pero al estar en casa, al no desplazarnos, ganamos horas. En las redes sociales hay una especie de corriente que podríamos definir como “derecho a no aprovechar el tiempo”, que agrupa a todas aquellas personas que alardean de no hacer ejercicio, de no cocinar, de no leer, que se enorgullecen de ir del sofá a la cama, día si, día también. Y, como siempre digo, cada uno que haga lo que quiera, no estoy yo para dar consejos a nadie, pero pensemos que el tiempo es vida, y ya que lo tenemos, seria una pena no aprovecharlo.

Seguro que todos sentimos cierta preocupación sobre cómo vamos a encajar la rutina en la que nos habíamos acomodado a este nuevo mundo y la preocupación solo se arregla con soluciones. Si no estas bien o prevés que no vas a estarlo, busca soluciones. Este es uno de mis lemas.

Aprovechemos este tiempo para reflexionar y ver cómo podremos encajar de nuevo cuando salgamos, cambiemos aquellas cosas que ya sabemos de sobras que no nos estaban haciendo ningún bien. Pensemos qué va a ser importante en este nuevo mundo, pivotemos profesionalmente si es necesario. Miremos como podremos encajar nuestro trabajo con otras actividades que nos reporten bienestar y si se puede, hasta negocio. Organicémonos, que tenemos que programar ya para septiembre, pues más meses que tenemos para pensar, estudiar, planificar. Solo una mente activa puede tener buenas ideas, si no la alimentamos no podrá rendir.

Recordemos, que lo que estamos viviendo es temporal y hasta puede que sea una oportunidad para renovarnos y salir más fuertes.


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