VIVIR POR FASES



Hace días que no tenia tiempo para parar unos minutos a escribir. Como todos nosotros, ahora paso más tiempo fuera que en casa.

 

Ya llevamos una semana en Fase 1 y no deja de sorprenderme, en positivo, la rapidez con la que las personas nos adaptamos a los cambios. Lo de estar dos meses encerrados en casa, quizás no lo llevábamos tan bien, pero lo de ocupar las terrazas ¡vaya si nos gusta!

 

Cuando me desplazo por la ciudad veo las terrazas llenas, mañana, tarde y noche. Me gusta. Reencuentros con amigos, afterwork que por fin se desvirtualizan, reuniones de padres y madres con hijos pequeños, poder bajar de la oficina a tomar un café a media mañana. Placeres de la normalidad que rápidamente nos ayudan a dejar atrás unos meses duros.

 

Eso sí, ahora, vivimos con el ritmo marcado y aunque yo suelo huir de ello, a muchas personas les atrae la idea de no tener que tomar decisiones. Se podría parecer a vivir en un internado o dedicarse al servicio militar. Cuando hay unas normas tan claras establecidas hay mentes que se relajan y se limitan a acatarlas. Cada fase sus condiciones y ¡ay de ti que te las saltes! Tranquilo, tendrás a alguien que estará encantado de recordártelas.

 

Sin embargo, estos días me doy cuenta de que pasa algo realmente curioso.

 

Del grupo de personas “de las de cumplir”, veo algunas que aún estando en fase 1, son todavía más restrictivas con ellas mismas y les oigo decir “Yo, ni que se pueda salir, no voy a hacerlo. ¡Que locura todo el mundo juntándose!”.

 

Y otras, “de las de recordarte que hay que cumplir”, que se empiezan a saltar, ellas también, alguna restricción.

 

Qué interesante la naturaleza humana.

 

En cuanto a mí, nada que decir, que cada uno haga lo que quiera. Eso sí, pienso que aleccionar y sermonear a los demás no es la mejor actitud, entre otras cosas porque tarde o temprano estaremos al lado del que sentíamos la necesidad de decirle cómo vivir.

 

En definitiva, todavía hay muchas cosas que no podemos hacer, acabamos de empezar con las fases, y que las mascarillas se hayan convertido en un accesorio más de nuestro outfit diario, nos lo recuerda a cada minuto, pero, sin duda, vamos por el buen camino.

 

Como suele pasar, nos falta información y no sabemos hasta cuando tendremos que llevar mascarilla o qué mascarilla es la más segura o la más adecuada. Lo que es seguro es que es muy incomodo; cuesta respirar, dan calor, pero es lo que toca.

Lo único que me inquieta de las mascarillas es que no acabas de identificar a las personas con las que te cruzas. Si tienes suerte o eres una persona observadora podrás intuir por los ojos o más bien por la mirada, que detrás de la mascarilla hay alguien conocido, pero no siempre es tan fácil. Como esto dure mucho, quién sabe si también tendrá que regularse. Una norma más.

 

Por ahora, disfrutemos de lo que tenemos. Una vez más, autopalmadita en la espalda, por todo lo pasado y por haber llegado donde estamos y seguir cuerdos.


<ú>

Comentarios