¿Puede ser que hayamos perdido la práctica del bien beber?
Hablo de bien beber no de buen beber. El buen gusto o el bolsillo lleno para la elección de productos de calidad no le da a uno la virtud de saberlo disfrutar.
Dónde han quedado aquellas buenas costumbres de escaparse del trabajo al mediodía ("salir sin permiso" porque a esas horas nadie espera que no estés en la oficina) para ir a tomar un aperitivo o disfrutar de un afterwork tranquilo en una coctelería en la que el coctelero es como de la familia. Siento que, como todo en estos últimos meses, se han parado o ralentizado. Algo que solíamos hacer una vez cada semana y media (evitando convertir el hábito en adicción), ahora ya, ni recuerdo la última vez que puse en práctica este ritual. Bueno sí, este mismo jueves, y de allí estas lineas.
Una coctelería no es cualquier bar de copas. Y quien lo diga, es que no ha estado en una de verdad. Yo, a mi ya no tan corta edad, he pisado muchas coctelerías de muchas ciudades del mundo, y puedo decir, por experiencia, que son una especie de oasis.
No importa si afuera hace frío o calor, si hay barullo o ni una alma, si estás solo o acompañado, allí dentro se crea un micromundo. No suelen ser locales muy grandes (excepto en sitios como Nueva York que todo es tamaño XXL) por lo que hacen que te sientas recogido. Te fijas en las otras personas, respiras ese aroma a licores caros, te dejas llevar por el murmullo de las conversaciones que te rodean, hablas con el coctelero de todo y de nada, y te relajas. Todo el peso del día, se queda en la puerta.
Ir a una coctelería no es beber por beber. Es muchísimo más. Es compartir el tiempo, saborear mezclas que te trasladan a otros lugares. También se aprende, se disfruta y esta permitido pasarse un puntito.
Es sorprendente y positivo ver cada vez más gente joven, renovar el aire de este tipo de locales es importante. Pero no tan positivo es verlos estancados en el Bloody Mary y el Gintónic. Una coctelería no es la previa de salir de fiesta, es un sitio donde estancarse un rato y sorprenderse con las propuestas del experto detrás de la barra.
Dos Negroni reformulados y sus efectos, me llevaron a la reflexión de que con todo esto de cerrar los bares, quizás nuestro cuerpo se ha abandonado a la vida sana y ahora si comemos o bebemos un poco más de la cuenta, el cuerpo lo va notando, por mucho aguante que tengamos.
Sin duda habrá que ponerle solución, evitar la pérdida de facultades, recuperar los buenos hábitos y mejorar la práctica del bien beber.
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